lunes, 21 de abril de 2014

Qelong

Kenneth Hite se ha posicionado como uno de mis autores roleros favoritos junto a Harley Stroh. Es conocido por ser artífice de El rastro de Cthulhu junto a Robin D. Laws y muchas de sus aventuras y suplementos más resultones, como Sombras sobre Filmland, Magia en bruto o Cazadores de libros de Londres, pero antes de eso desarrolló una extensa y variada carrera en la que ha realizado colaboraciones para Deadlands, Mage: Sorcerer's Crusade, o GURPS, donde destacaría el suplemento Infinite Worlds.

De vez en cuando Hite saca un rato de sus quehaceres en Pelgrane Press y gracias a eso pudo irse de vacaciones a Camboya y, en lugar de aprovechar la experiencia para sacar unas fotos de mierda con las que torturar a sus parientes y amigos, escribir más tarde Qelong para Lamentations of the Flame Princess. Sí, para el Lamentations, como te lo cuento, Mari Pili.


Qelong es un sandbox de sabor oriental localizado en Sajavedra, en el valle del río Qelong y con una fuerte influencia de Apocalipsis Now, la pinícula de Francis Ford Coppola inspirada en la novela corta El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Dios... cuánto sé de cine y de tó. El caso es que en estas lejanas y orientales tierras de Sajavedra dos archimagos llevan años en guerra dándose con todo lo gordo, pasando de daños colaterales y bajas civiles. Y pasó lo que tenía que pasar: una devastadora arma mágica erró su objetivo y cayó en el nacimiento del río Qelong. En lugar de detonar y llevarse todo por delante, quedó allí, semienterrada, con una fuga de un mejunje arcano que contamina el río, las tierras que riega a su paso, los animales y hasta a los mismo habitantes, no sin antes despertar una amenaza que yacía en letargo desde hace cientos de años. Y este es el punto de partida.

Qelong es lo que yo considero que debería ser un sandbox:
En primer lugar tiene argumento. Existe la creencia errónea de que el sandbox son tres dungeons desperdigados, dos bosques y un río y que los jugadores se busquen la vida entre lobos y jabalíes.
En segundo lugar es pequeño. Existe la creencia errónea de que un sandbox debe ser un gigantesco mapa de hexágonos para que los personajes se pateen el campo sin más objetivo que ver qué sale en la tabla de encuentros aleatorios. Como darte un garbeo por el monte pero a lo bestia.
En tercer lugar es dinámico. Existe la creencia errónea de que todo lo que puebla un sandbox es estático, está congelado en el tiempo y no pasa nada si los personajes se dedican a masacrar ardillas en lugar de centrarse en el problema real. En Qelong las facciones involucradas en el gran conflicto tienen sus propios planes y éstos avanzan aunque los personajes estén mirando crecer la hierba.

Siguiendo con sus virtudes el bestiario es una auténtica pasada, un montón de bichos autóctonos sorprendentes y sofisticados. Y luego el libro en sí, una maravilla que confirma una vez más que Raggi es mucho mejor editor que autor. Un formato pequeñico, con ilustraciones preciosas y una maquetación de lo más cuca.


Y esto plantea la siguiente pregunta: ¿todo en Qelong es tan guay? Lamentablemente, no. Al trabajar para Raggi parece que Hite se contagia de algunos de los defectos del finés y plantea algunas situaciones de las que es imposible salir con vida. Además, el sistema que regula la enfermedad mágica que los personajes padecerán en cuanto pisen Sajavedra es excesivamente complejo, un festival de tiradas de salvación que en algún blog he visto reducir a una sola por día y santas pascuas. Nada que no se pueda arreglar. Por otra parte, las localizaciones no están detalladas, lo que supondrá una buena dosis de curro para el director de juego.

En definitiva, un producto que merece mucho la pena aunque sólo sea por lo bonito que es.

3 comentarios:

Bester dijo...

tiene buena pinta. gracias por la reseña.

Velasco dijo...

¡Ahí va, uno que no está de vacaciones!

Nirkhuz dijo...

Pues si, buena reseña. Seguramente no la use con su original (El Lamentations me repele como la peste) pero que mal master sería si no reutilizara...

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